El valiente oficio de ayudar a parir y a nacer: Relatos de una partera tumaqueña.

Mailen- partera tumaqueña

Mailen Quiñones. (Foto por: Maria L. Moreno)

En octubre de 2016 el Ministerio de Cultura anunció que la Partería Tradicional del Pacifico colombiano fue incluida en la lista de patrimonio inmaterial de Colombia. Es el reconocimiento al trabajo que parteras y parteros vienen realizando desde tiempos inmemoriales en Nariño, Cauca, Chocó y Valle del Cauca acompañando y asistiendo a las mujeres embarazadas, sobre todo en las zonas donde el acceso a servicios médicos es prácticamente nulo. Como la mayoría de los oficios tradicionales y las expresiones culturales de los pueblos afrocolombianos, éste también ha tenido que sobrevivir a la discrimación, la estigmatización, muchas veces al rechazo de académicos en el ámbito de la salud. Pero además, ha necesitado resistir a la violencia del conflicto armado.

Mailen Aurora Quiñones Mosquera es una partera tumaqueña, también es poeta, curandera tradicional, lideresa comunitaria y en una época fue maestra voluntaria de escuela. Tiene 51 años y vive en la vereda Bocas de Guabal, una pequeña comunidad a orillas del Río Mira con una población aproximada de 150 personas, dentro del Concejo Comunitario Bajo Mira y Frontera. Aprendió el oficio de su madre. Desde que tenía 7 años Mailen acompañaba a su mamá en la atención de partos “Yo era como decir la enfermera de mi mamá, ella me decía “Mija vaya páreme esta hierbita” Muchas veces yo no ni siquiera alcanzaba el fogón y tenía que poner un banco para subirme” cuenta Mailen.

Así fue aprendiendo todo sobre la partería y las plantas medicinales que se usan en el proceso. Cuando su madre murió, ella la remplazó, primero atendiendo el parto de sus hermanas, luego el de sus hijas. Hoy es la única partera en Bocas de Guabal. Para Mailen es importante conservar el legado de la partería, por eso le enseña del oficio a sus hijas, nueras, cuenta que, incluso su nieto, que es todavía un niño, se ha mostrado interesado en aprender y juega a preparar las plantas para los lavados de las recién paridas.

Cordones de vida que la guerra intenta cortar.

“Anteriormente, fuera la hora que fuera, media noche, madrugada, con lluvia, como fuera lo iban a buscar a uno para asistir un parto. Y como es deber de uno no negarse; pero cuando hubo el hostigamiento de ponernos horarios, ya ninguna aunque quisiera prestar el servicio, se movía a deshoras de la noche.”

 Se cree que en el momento del parto se genera una relación de por vida entre la partera y la madre que da a luz, normalmente una mujer es asistida por la misma partera en todos los embarazos. Con el recién nacido también existe un vínculo especial “Yo tengo un poco de hijos, me dicen mamá Mailen” dice Mailen refiriéndose a los niños y niñas que ha ayudado a traer al mundo, que ya son más de 30, pues además de ayudarlos a nacer, por estar en la misma comunidad las parteras luego los ven crecer y convertirse en jóvenes y personas adultas. Pero, esas estrechas relaciones en algunos momentos han estado tocadas negativamente por las violencias del conflicto armado. “Anteriormente, fuera la hora que fuera, media noche, madrugada, con lluvia, como fuera lo iban a buscar a uno para asistir un parto. Y como es deber de uno no negarse; pero cuando hubo el hostigamiento de ponernos horarios, ya ninguna aunque quisiera prestar el servicio, se movía a deshoras de la noche”  comenta Mailen.

Mientras en unos casos es el confinamiento, en otros las aqueja el desplazamiento forzado, según Mailen, en muchas veredas las parteras han tenido que desplazarse forzosamente debido a amenazas, desapariciones o el asesinato de algún miembro de su familia por parte de grupos armados. Paradójicamente en algunas veredas las parteras han tenido que convertirse en enfermeras y curanderas para asistir a las personas heridas en medio del conflicto armado, bien sean actores armados o civiles. Mailen habla también de la tristeza que le produce ver morir y/o “perderse en el camino” de los grupos armados a los niños que ella recibió al momento de nacer o a los que le enseño a leer y escribir en la época en que fue maestra, “Uno no puede creer que mirarlos tan chiquiticos, y ahora algunos creen que porque tienen un arma gobiernan al mundo. Pero yo los perdono y les doy consejo”

Las lucha por mantener la humanidad del parto.

La relación de las parteras con el sistema convencional de salud ha pasado por diferentes etapas, en una época eran discriminadas y su trabajo era relacionado con la alto índice de mortalidad neonatal en el Pacífico colombiano, desconociendo que gracias a este oficio se han salvado miles de vida en aquellas comunidades donde no llegan de forma oportuna los servicio de salud del Estado. Sin embargo¸ Mailen y otras parteras reconocen que esta relación ha ido mejorando con el tiempo, “Hemos tenido reuniones y capacitaciones con médicos para compartir el saber. No se trata de pelear, sino de llegar a acuerdos, porque como parteras hay cosas que no sabemos y ellos también desconocen algunas cosas de nuestra sabiduría. En los encuentros hemos aprendido los unos de los otros”

La diferencia entre parir en casa o en hospital radica en la humanización del servicio y la paciencia que requiere el parto natural pregúntele a una mujer cómo se llama el medico que la atendió en la sala de partos o en el quirófano, pocas saben. Pregúntele cómo se llama su partera y verá. Con nosotras el parto es más humano, más íntimo. Yo a mis mujeres les canto, les echo poesía, les hago chistes cuando están pariendo. En cambio, los médicos poco tienen paciencia y en ocasiones deciden hacer cesárea sin necesidad, además por el negocio” La partera no sólo está en el momento del nacimiento, está antes guiando a la mujer, y después cuidando de ella y del bebe. En el caso de Mailen, ella las acompaña hasta 3 días, les lava la ropa y hace de comer, incluso para el marido y los otros hijos si no hay otra persona que lo haga. Por este trabajo lo máximo que Mailen dice haber cobrado son cien mil pesos; pero cuando es una familia sin recursos, con las gracias y la bendición de Dios queda contenta. Aunque en ocasiones le preocupa no contar con dinero para comprar las cosas necesarias para la labor “A mí nunca me han dado una dotación como partera, en principio tenía la de mi mamá. Me ha tocado trabajar con las uñas” dice.

La declaración de la partería tradicional del Pacífico colombiano como patrimonio inmaterial del país es una oportunidad para fortalecer el saber “Me da mucha alegría porque vamos desapareciendo algunas, pero esto motiva a las otras a valorar este trabajo tan bonito”. Para Mailen, la conservación de la tradición contribuye a la construcción de paz y tejido social en las comunidades, “El famoso desarrollo y la tecnología están acabando con nuestra propia cultura” dice Mailen y opina que, el oficio de la partería y otros oficios tradicionales deberían enseñarse en las escuelas del territorio como parte de la educación propia para que las costumbres e identidad de los pueblos negros no desaparezca.

 

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